Lo primero que nos vino a la mente cuando nos sorprendió el confinamiento fue: "Voy a tener tiempo para pensar en mis clases y ver cómo puedo abordar este tiempo con mis alumnos".
Antes de que nos diera tiempo a reaccionar, a dejar todo colocado en su sitio, a no poder despedirnos con un abrazo o un beso, para una larga temporada, el virus llegó para quedarse unas semanas, y a continuación, el duro aislamiento con los tuyos, separados, sin poder convivir en el mismo espacio, comunicándonos a duras penas, esperando a la evolución de la enfermedad... Y las lágrimas a las 20:00, aplaudiendo con emoción a todos los sanitarios que están luchando para sacar adelante a todos los que pega duro esta pandemia, que en algunos tiene efectos letales. Y se nos van... sin poder despedirnos, solos, sin duelo ni familiares que reconforten el duro adiós... Este virus nos ha mostrado lo frágil que es la vida!
De repente te das cuenta que todo ha cambiado, en solo unos días, se han cerrado aeropuertos, cancelado miles de vuelos, se cierran las fronteras, no nos dejan salir a la calle, los supermercados agotan sus existencias de productos básicos y aparecen las fake news. Pero, nos sorprendemos con la dura realidad, no podemos tener contacto físico con los amigos ni familiares y eso nos descoloca emocionalmente, la falta de contacto real.
Y pensamos, ¿qué va a ser de nosotros cuando esto acabe?
Es verdad que estamos acostumbrados a vivir sin aliento, corriendo a todas partes y sin poder abarcar todo o tener la sensación de que lo hacemos mal, el agotamiento al llegar la noche, y al día siguiente, vuelta a lo mismo, hasta el fin de semana que llega el respiro, salir con amigos, comer con la familia... cuando no hay clase, claro!
El caso es que este aislamiento ha traído cambios muy importantes a nuestras vidas en un abrir y cerrar de ojos. En un primer momento pensamos que este confinamiento obligado podía ser algo positivo, por la oportunidad que nos brinda estar en casa y reflexionar sobre nuestra metodología docente, por ejemplo, algo fundamental como profesores del siglo XXI.
En este punto me gusta mucho citar algunos aspectos importantes de un libro que reviso de vez en cuando, se llama "La escuela ya no es un lugar" y las autoras, Bazarra &Casanova, hablan de cómo la revolución metodológica está creando el futuro en las aulas, y dado que ese futuro es incierto, necesitamos hacer algo más, cambiar el sistema. De esta forma, solo los buenos profesores ven un síntoma en el desinterés y desidia de sus alumnos y no un rasgo del carácter de toda una generación. Un mundo externo con las redes sociales protagonizando sus vidas de forma vertiginosa, frente a una escuela anclada en sus rutinas y tradiciones.
Entonces nos podemos preguntar:... ¿Y si cambiamos nuestra forma de hacer las clases?
Se trataría de conectar a nuestro alumnado con el aprendizaje ligado a la creatividad, la curiosidad y el pensamiento crítico abriendo nuestra mente hacia los ABP, Flipped clssroom, Gamificación...
Es tiempo de reflexión, SI, por ello nos paramos en el tiempo y nos tenemos que reinventar con clases online, videoconferencias, blogs, plataformas educativas, etc. Estamos exigiendo a nuestros docentes alumnos y familias un gran esfuerzo, hay que adaptar las metodologías y contenidos al confinamiento y responder adecuadamente a las demandas escolares y entre todos intentar minimizar el impacto académico que supone este parón. Esta situación inédita hasta el momento, nos pone en situación de impotencia al pretender que nuestras clases se desarrollen de forma adecuada a distancia, sin el contacto y la cercanía que nos proporcionan las clases presenciales y que nos conduce a la frustración al ver que hay un claro desfase en las igualdades educativas y nos lleva a pensar que es pura fantasía.
Lo que nos estamos encontrando es que esta solución es más fácil para familias que tienen buenas condiciones materiales, tiempo y formación para dedicar a sus hijos. La realidad nos dice que gran parte de las familias no tienen los recursos necesarios para poder llevar al día las clases de forma correcta y adecuada, hay muchos hogares en los que ni siquiera hay ordenador o una conexión a internet.
También hay ocasiones en las que la falta es de habilidades tecnológicas, aunque nos parezca increíble hay alumnos de ESO que no saben hacer un power point o escribir un correo electrónico
Podemos decir que no estamos preparados para un cambio tan drástico en tan poco tiempo, sobre todo cuando estamos detectando estas graves carencias de contenidos y recursos metodológicos adaptados a una enseñanza online de calidad: las plataformas se caen, muchos docentes no tienen los recursos digitales que se requieren o no tienen voluntad de ello.
Por todo esto, no podemos decir que seguimos el curso con normalidad, es una realidad que los docentes hacemos lo que podemos, nos dejamos la vida, desde luego. Lo ideal es que nadie se vea perjudicado por esta situación y nuestra función debe ser compensar esas desigualdades atendiendo por todos los medios a las familias con más desventajas intentando llegar a todos nuestros alumnos para informarles y hacer el mejor seguimiento.
Además, la situación se agrava con el tema de la atención a la diversidad, cuando algunos alumnos con distintas capacidades necesitan una metodología inclusiva que requiere de especialista, materiales y entornos adaptados. En estos momentos en el profesorado se crea una gran sensación de impotencia
Nos movemos en un escenario incierto, con plazos desconocidos, nos encontramos en una situación sin precedentes que nos exige adaptar los recursos, metodologías y programación para que el aprendizaje de nuestros alumnos no se estanque y puedan seguir avanzando.
Se ha producido un desafío extraordinario con esta pandemia, para mostrarnos un sistema lleno de retos y dilemas sin resolver.
La incertidumbre puede traer oportunidades también, espero que esto nos traiga mucho aprendizaje y cooperación para seguir creciendo como sociedad e individuos.
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